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lunes, 20 de octubre de 2014

Rosas negras y valientes dragones

Cómo comenzar una poesía sin saber de poesía.
Cómo volar al cielo cuando me siento vacía.
Qué fácil percibir los llantos de un desconsuelo
por haber perdido lo que antes había.
Pero qué difícil llegar a ser la sonrisa del día.
Qué difícil. Muy difícil, vida mía,
descubrir los dolores de una espina casi mortal
que de una rosa negra y triste sobresalía.

Saber que los pétalos negros no son queridos
y ser, por ello, la odiada rosa negra del ramo
del que huyen todos los que no están heridos.
Saber que el llanto del esfuerzo no hará que despierten
los desdichados dragones que aún siguen dormidos.
Saber que el sudor de la tristeza de los que
a duras penas logran mantenerse decididos
no sirve, por desgracia, para sanar a los malheridos.

Son desdichados los dragones porque luchan
con poca libertad y gran valentía,
a las órdenes de los monos que mal los guían.
Los guían a luchar en su lugar,
como nos guía la vida a la muerte.
Sin opción, siquiera, de poder cambiar de vía.
Matándonos, pero muriendo con vida,
por no habernos rendido en una batalla perdida.
A.F.