Algo de música...

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domingo, 31 de agosto de 2014

Contigo

Fría.
Vacía.
Oscura.
Sola.
Sin ti. Perdida en la fría oscuridad de la soledad.
Sin ti. Vacía. Confusa.
Con alma pero sin vida.
Acurrucada junto a la chimenea con la mirada perdida en la vida del fuego. Soy la ceniza. Me quemas, pero no ardo, sólo dueles, pero qué bonito dolor. Qué bonito el color del fuego. De la vida. Del amor.

Pero es pronto para hablar del amor porque no estás. Porque cada vez que vienes te vas. Como el humo del café que sujeto con mis manos frías, casi temblorosas. Escondidas casi por completo bajo mi jersey azul marino. Se va el humo, se va el calor. Se va mi calor y tengo frío. Soy fría.

Y entonces apareces. Como si nada.
Siéndolo todo. De la nada.
Clavas tus ojos en mí, me dueles.

Pero entonces nuestras miradas deciden encontrarse y me encuentro mejor. Haces que me sienta mejor, ¿sabes? Siempre lo haces.

No dejas de mirarme y te acercas serio. Me estremezco cuando siento las yemas de tus dedos en mis mejillas que, de la nada, están ardiendo. Me acaricias y yo permanezco inmóvil, paralizada. Ya no tengo frío, ya no soy un alma sin vida.

Sigues serio pero tus ojos sonríen.

Entonces mis manos se ven obligadas a soltar el café para dejar sitio a tus manos. A tus caricias. A tu calor; mis manos dejan de estar frías. Me das vida, amor.

Sonríes. Al fin, sonríes. Susurras algo. <<Te quiero.>> Sonrío. <<Yo también, mi vida.>> No me sueltas, nunca lo harías.

Estoy viva. Mis ojos brillan más que el fuego.
Soy yo. Contigo. Feliz, pero contigo.

A.F.

(15/08/2014)

sábado, 30 de agosto de 2014

Federico Moccia - Perdona si te llamo amor


Título original: Scusa ma Ti Chiamo Amore

Editorial: Planeta

Año de publicación: 2008

Sinopsis: Niki es una joven madura y responsable que cursa su último año de secundaria. Alessandro es un exitoso publicista de 37 años a quien acaba de dejar su novia de toda la vida. A pesar de los 20 años de diferencia que hay entre ambos y del abismo generacional que los separa, Niki y Alessandro se enamorarán locamente y vivirán una apasionada historia de amor en contra de todas las convenciones y prejuicios sociales.

Reseña: No puede considerarse la típica historia de amor, pues hay tantas historias diferentes que al principio cuesta un poco ir encajándolas todas. La principal es la relación entre Niki y Alessandro, la cual se queda un poco en los tópicos; él es mayor, tranquilo, "creativo". Ella muy joven, atrevida, algo descarada y bastante soñadora. Se enamoran, sufren alguna crisis... lo típico. Aunque eso no quite que la novela esté muy bien. Al terminarla hace pensar un poco en los valores de la amistad, la importancia de la confianza en el amor, de la comodidad y el saber qué es lo que se siente cuando se está en una relación; sea seria o un lío de una (o más de una...) noche. Es cierto que en algún momento la narración me ha parecido algo repetitiva, incluso aburrida, pero la curiosidad del 'qué pasará' me ha incitado a seguir leyendo y finalmente ha merecido la pena.

Valoración: 7/10

lunes, 18 de agosto de 2014

Verde azabache

Tuve una visita inesperada; la de un capullo con capucha y ojos de color negro azabache. Ni siquiera sé exactamente qué color es el negro azabache. Es que estoy que no estoy.

En fin, vino a verme. Me arrancó el corazón del pecho y se lo llevó con él, dándome la espalda, haciendo que me sintiera un despojo. En esos momentos incluso llegué a creer que lo era. No tenía corazón, no sentía nada. No tenía nada por lo que sentir. Nada. No podía ver lo que él hacía; permanecía de espaldas, con mi corazón en sus manos, mientras yo estaba quieta, en silencio, desangrándome pero sin inmutarme. ¿Para qué? No merecía la pena, no por mí.

De repente mi corazón fue lanzado al suelo, pisoteado con rabia, con una furia desmesurada. El individuo lo volvió a coger sin delicadeza. Se acercó a mí con el paso firme pero con la cabeza agachada. El pobre capullo era un cobarde. Se posó a unos pocos centímetros delante de mí y levantó la vista.

Estaba llorando.

Sus ojos brillaban como lo hace la luna cuando el cielo está despejado y negro. Negro azabache, por ejemplo.

Me atravesó con la mirada a la vez que volvía a introducirme el corazón de un puñetazo. Un cobarde puñetazo, claro. Pero menuda fuerza tenía a pesar de ello el muy imbécil. Los próximos minutos los desperdició cosiendo la herida que no había dejado de sangrar hasta entonces. Ya tenía mi corazón, estaba destrozado, roto. Pero lo tenía. Tenía también una herida a la que le costaría cicatrizarse lo que tardaría yo en aprender a bailar bien. Es decir, una eternidad.

El individuo era Dolor, en persona y exclusivamente ante mí, desesperado porque no conseguía hacerme nada. Menudo idiota. Le había advertido con anterioridad que no sentía nada, que él no conseguiría hacerme sentir nada porque estaba como si no estuviera. El pobre se sentó mientras lloraba a mares y me dio pena. Con lo bien que me había tratado estos últimos años...

Decidí contarle lo que me ocurría y me miró intensamente, señal de que me prestaba la máxima atención que alguien pueda prestar a una insignificancia como mi ser. Le dije que Felicidad me había visitado en julio, y se quedó a mi lado durante veinte inolvidables días. Pero me abandonó transcurrido el tiempo previamente prometido, y ese día mi corazón dejó de latir con vida. Por eso no funcionaba que él me lo desgarrara, que lo destrozara y me lo devolviera. Mi corazón no era nada sin la compañía de Felicidad, la cual nunca iba a volver. Hija de su ruina... Me dejó en punto muerto, por eso le expliqué al pobre Dolor que no sentía nada, ni siquiera lo que él pudiera ofrecerme. Se largó.

Unos días más tarde volvió acompañado. Su compañera me miró la herida, que ni siquiera había empezado a cicatrizar y la acarició suavemente. Sonrió. Dolor la imitó y buscó alguna reacción en mí. Su compañera me miró.

<<Me llamo Esperanza.>>

Fue entonces cuando vi sus ojos y sonreí. Mi corazón volvió a latir. Tenía una mirada enérgica y muy poderosa. Los ojos brillaban con una belleza indescriptible y eran de color verde.

Verde azabache, por ejemplo.