Sábado noche, fiestas del barrio (no del mío), el concierto de un grupo del que conocía el nombre y poco más y un frío habitual para estar casi en verano (aquí es donde hay que poner el tono irónico exagerado). Sentada bajo el techo de la iglesia porque llovía. Y mucho (que siga el tono irónico, eh). Mirando al escenario con cierta melancolía, con bastante gente alrededor pero como si sólo estuviéramos ella y yo. La música, digo.
Últimamente la fogata de mi mente, y generalizando, de mi ser, está bastante apagada. Estoy como si no estuviera, como si fuera pero no sintiera. Pero hoy no quiero hablar de ello, aunque tampoco sé muy bien qué quiero decir. Sólo expresar que fui feliz por unos minutos porque disfruté del momento, porque aunque no entendiera ni conociera la mayoría de las letras de las canciones, escuchaba con el corazón y agradecía cada segundo que pasaba porque volvía a ser feliz. Y no sé qué fue lo que echó leña a mi alma ya quemada, ni sé si el joven que se sentó al lado se habrá comprado ya un mechero, pues lo pedía una y otra vez, o si aquel fotógrafo tan "pídemelo y me escapo contigo hasta el fin del mundo" sigue capturando momentos especiales con su cámara, que menuda envidia de cámara. Ni siquiera sé en qué estaba pensando cuando lo único que quería era seguir escuchando a los artistas del grupo que animaba la noche.
Tan solo sé que mi fuego revivió por unos instantes, que fui feliz. Y lo mejor es que no llego a comprender el porqué. Pero lo prefiero así, una felicidad momentánea y anónima.
Ojalá esos momentos me frecuentaran más, y tuviera siempre a mano un poco de leña.
A.F.
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