Qué alegría siente mi alma cuando te ve llegar, cuando observa tu rostro por la puerta pasar. Y se me para el corazón, en serio, y me llego a asustar. Porque es posible que tu sola presencia me haga volar. Es algo hermoso, como tu sonrisa, como tú, como el mar. Tu sonrisa. Madre mía tu sonrisa. Mostrándola un instante ya consigues hacer a mis ojos brillar. Cualquiera diría que cuando te vas, me pondría a llorar. Cualquiera se equivoca, porque yo correría a abrazarte para no soltarte jamás, para ver de nuevo tu sonrisa, la cual no consigo olvidar. ¿Cómo olvidar algo que consiguió hacerme despertar? Despertar, a tu lado, por el resto de mis días, nada más me podría alegrar. ¿Es amor? No lo sé, pues amor no siempre significa amar. Y desde luego no diría que te amo, sino que cada día lo intentaría demostrar. Quizás es amor.
Bonito final, eh, pero he de confesar que ahí no puedo acabar. Pues no es cierto que no dejo de intentar. Más bien no intento, ni siquiera olvidar. Porque no merece el olvido alguien que ha dado tanto para recordar. Y quiero seguir recordando, aunque no creo que merezca la pena continuar. Seguiré apreciando su sonrisa, para la mía poder mostrar. Seguiré mirándole aunque nadie me pueda pillar. Porque somos como la aguja y el pajar; él sería la aguja que se esconde y yo la que la intenta encontrar. Necesitaría años para poder lograr quitar todo lo que la rodea, y hacerla hacia mí mirar, pero es algo por lo que merece la pena luchar. Así que tendré que esperar. Aunque quizás es realmente amor y lo pueda lograr. Sólo le pido una cosa, que siga sonriendo que es lo que me hace a mí avanzar.
A.F.
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